Sidi Bou Saïd en Túnez y Santorini en Grecia son dos destinos populares en el Mediterráneo, por su encanto innegable y su estética impactante. Con sus callejuelas sinuosas, sus edificios encalados y sus vistas impresionantes al mar, estos dos pueblos se reconocen a primera vista. Sin embargo, a pesar de una semejanza evidente, estos dos sitios turísticos poseen una identidad propia. Les proponemos descubrir las singularidades de Sidi Bou Saïd, un pueblo tunecino que no es solo una simple imitación de Santorini.
Un pueblo con callejuelas blancas y azules.
No es una coincidencia que el pueblo de Sidi Bou Saïd, al noreste de Túnez, sea apodado el Santorini de Túnez. Este destino muy popular entre los turistas comparte los mismos colores que la famosa isla griega de las Cícladas.
En sus callejuelas, encontramos el mismo contraste poderoso entre el blanco brillante de las paredes y los toques de azul turquesa que adornan las puertas y ventanas. Estos dos colores, emblemáticos del entorno mediterráneo, confieren a estos lugares una atmósfera luminosa y refrescante que atrae a artistas, fotógrafos y turistas en busca de paisajes pintorescos.
Estas dos destinaciones tienen en común su ubicación privilegiada junto al mar. Mientras que las casas de Santorini están construidas en altura sobre los acantilados de la caldera y ofrecen una vista espectacular del mar Egeo, el pueblo de Sidi Bou Saïd domina el golfo de Túnez, con una perspectiva única sobre las aguas del Mediterráneo.
En ambos casos, la arquitectura local se integra armoniosamente en el entorno natural y es agradable perderse en las callejuelas para admirar las casas pintorescas y disfrutar de la dulzura de la vida mediterránea. El pueblo es famoso por sus cafés, en particular el Café des Délices, un lugar emblemático que ofrece una vista espectacular sobre el golfo de Túnez.
Un destino con una identidad única
A pesar de estas similitudes innegables, Sidi Bou Saïd está lejos de ser una copia de las aldeas de Santorini. De hecho, posee una identidad profundamente tunecina. Este pueblo situado a unos veinte kilómetros de Túnez debe su nombre a Abou Saïd El Béji, un santo sufí que fundó un santuario en la región en el siglo XIII, atrayendo allí a discípulos y artistas.
Este santuario influyó en el desarrollo espiritual y cultural del municipio, que se convirtió en un lugar de retiro para poetas, músicos y pintores tunecinos. Todavía hoy, Sidi Bou Saïd atrae a los artistas por su efervescencia creativa y su ambiente relajado. Acoge conciertos y festivales, entre ellos un famoso Festival Internacional de Poesía, y alberga el Centro de Músicas Árabes y Mediterráneas en el palacio de Rodolphe d'Erlanger.
El barón Rodolphe d'Erlanger, un pintor y musicólogo de origen franco-británico, contribuyó al auge de este pueblo a partir de 1915, imponiendo los colores azul y blanco y prohibiendo cualquier construcción anárquica en este promontorio.
Si se observan los detalles de la arquitectura local, este pueblo tunecino se distingue de las aldeas de Santorini por los mosaicos, los motivos geométricos y las puertas esculpidas que adornan las casas y los cafés tradicionales. A diferencia de la arquitectura cicládica caracterizada por formas redondeadas y cúpulas, los edificios tunecinos adoptan líneas más angulares y reflejan influencias árabo-andaluzas.
Un entorno natural excepcional
Finalmente, Sidi Bou Saïd se distingue de Santorini por su entorno natural. Mientras que Santorini es una isla volcánica, donde una actividad sísmica antigua ha moldeado acantilados abruptos y un paisaje espectacular y accidentado, este pueblo tunecino domina la llanura costera de Cartago.
Se encuentra a 130 m de altitud, en un acantilado que domina un paisaje más suave y verde. El pueblo está rodeado por una vegetación mediterránea, que combina olivos, buganvillas y naranjos. En su entorno natural, Sidi Bou Saïd es una joya mediterránea que no debe perderse.
Con su atmósfera artística y su herencia árabe-andaluza, esta localidad está lejos de ser una pálida copia de la isla de Santorini en las Cícladas. Más barata y menos invadida por turistas que la famosa isla griega, ofrece una alternativa interesante para todos los viajeros que sueñan con un destino mediterráneo todo en azul y blanco.